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martes, 2 de septiembre de 2008

Sufre amenaza de aborto porque SEC le quitó su plaza

José Luis Jara

Desde el 24 de agosto de 2005 la profesora Celida Noemí Miranda Morales tuvo la notificación de que tendrá una plaza de educadora y que supuestamente entraría en vigor el 1 de septiembre de ese mismo año.
Seguramente, la entonces directora de educación preescolar de la Secretaría de Educación y Cultura, Esthela Núñez Toledo, debió conocer que la profesora Miranda tendría plaza como maestra de preescolar en una escuela de Nogales, pues ella fue la que firmó ese oficio cuyo número fue 0186/2004-05.

Y seguramente el entonces subsecretario de operación educativa, el dirigente de la sección 28 del SNTE, la jefatura del sector 009 y el supervisor escolar XXXVI, también se dieron por enterado porque el oficio que mostró la profesora señala que a estas instancias les giraron copia del documento.

Pensaba que ya tenía trabajo seguro y se embarcó con una casa que adquirió a través del Fovissste.

A partir de entonces, empezó a planear su vida como esposa. Sólo le faltaba dar el siguiente paso con su marido: empezar a darle forma a su familia y prepararse para tener hijos, de tal suerte que en la actualidad tiene tres meses de embarazo.

Sin embargo, la historia de la profesora Miranda tuvo un descarrilamiento con la entrada en vigor del acuerdo nacional para la educación, porque se enteró que la plaza que ya le habían entregado, la secretaría de educación la puso a concurso para que la ocupara quien resultara idónea en el examen que aplicó hace unas semanas.
Entonces reflexionó que de nada le había servido haber llevado un curso para la gasificación.
Fue un curso que recibió durante un mes en una escuela técnica de Hermosillo. Con ello, supuestamente quedaba allanado el camino para que ocupara la plaza que le habían asignado en ese oficio autorizado por la SEC.

A pesar de ello, la profesora Miranda tomó la determinación de participar en el examen de la SEC, porque no se quería dar por vencida y perder un trabajo que ya tenía ganado.

Se preparó para participar en ese concurso, pero la vida de la institución le asestó otro golpe, porque antes del 11 de agosto, día en que supuestamente iba a presentarse al examen, recibió un correo electrónico donde le notificaron que ella no cumplía con el perfil que se requería para ocupar esa plaza.

La desilusión se le vino encima.
El coraje también se le mezcló en su sencillez humana y fue cuando tomó la determinación de defender sus derechos.

Con tres meses de embarazo, la profesora se encontró que no era la única que sufría esta jugarreta en los caminos de su vida.
Fueron más de 400 maestras, que al igual que ella, fueron despojadas de una plaza que ya tenían asignada.
Son maestras de educación preescolar que trabajaban en escuelas ubicadas en diferentes partes de la entidad.
La mayoría de ellas madres de familia, con hijos y que ellas son parte fundamental del sustento de sus hogares.
Pero eso no le importó a quienes se encargan de aplicar los planes de gobierno, pues ellos son funcionarios que sólo firman documentos, sin importarles nada, porque en el momento en que ellos quieran, pueden borrar con el codo lo que firman con la mano.
La profesora Miranda mostró ese oficio y permitió sacarle una copia. En el momento de la entrevista, frente a palacio de gobierno, esperaban una respuesta de parte de un funcionario que nombró el gobernador para atender el caso de las docentes que les quitaron la plaza.

Recordó que cuando decidió venir a Hermosillo para hablar con los funcionarios de la SEC sobre su problema, se encontró que también se encontraban otras profesoras que le hicieron la misma jugada.

Se dieron cuenta de que los funcionarios con quienes estaban dialogando, los trataban como si fueran arrimados, ajenos a la vida educativa, es decir peor que a un maestro desempleado.

Entonces las profesoras decidieron unirse y empezar a pedir el apoyo de diferentes organizaciones. Decidieron establecerse en un plantón en la secretaría de educación y empezaron a movilizarse.

La profesora Miranda ya cargaba en su vientre un germen de humanidad con tres meses de desarrollo.

Pero eso no les importó a los funcionarios, porque la siguieron tratando como si fuera un peligro para la institución.
La maestra y el resto de las docentes afectadas, empezaron a buscar el diálogo.
Platicaron con los funcionarios y se encontraron con los oídos sordos de burócratas que sólo cumplen las órdenes de sus superiores.
Fueron a platicar con otros maestros para que las apoyaran, fueron con los dirigentes del sindicato y ellos les dijeron que no podían hacer nada “porque sus demandas se encuentran fuera del presupuesto”.

Hasta que llegaron con los maestros disidentes, agrupados en el Frente Amplio Democrático de Sonora (FADES), quienes se pusieron a la cabeza de la demanda.

Y con ese paso, las negociaciones se empezaron a acalorar.
Todo ello lo resintió la humanidad de la profesora Miranda. La presión que le implicaron las reuniones, la preocupación y el estrés por el peligro de perder su plaza de un plumazo, hicieron mella en la maestra.
Empezó a sentir un dolorcito en su vientre, que se fue intensificando en la medida que pasaban los días y las tensiones.

Hasta que se percató que su embarazo estaba en riesgo, decidió acudir al Hospital de la Mujer, donde le diagnosticaron una amenaza de aborto.

La doctora que la atendió le recetó unos supositorios para disminuir ese riesgo y le recomendó una misión imposible para la maestra: tener reposo cuando ella siente el peligro de perder su empleo, perder la casa y quedarse en la calle con su familia y un hijo que está por venir.

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