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viernes, 10 de julio de 2009

Como los niños, vivieron la tormenta perfecta



José Luis Jara

Fueron ellas las que sufrieron la tormenta perfecta.

Ellas y los niños que se encontraban en la guardería ABC.

Fueron ellas las que se dieron cuenta de cuando empezó a entrar el humo a las salas.

Fueron ellas las que cuidaban a los niños, que en esos precisos momentos se encontraban dormidos.

Fueron ellas las que enfrentaron la tormenta de fuego gritando a los niños para que despertaran, al tiempo que corrían con otros en sus brazos. Los sacaban de dos, de tres y hasta cuatro infantes que dejaban en la banqueta para volver a la entraña del infierno para seguir rescatando bebés.

Son las principales heroínas en esta tragedia. Pero también son igual de víctimas de lo que allí ocurrió.

Ellas son las maestras de los niños y niñas de la guardería ABC, que después de esta tragedia enfrentan un futuro incierto. Con su centro de trabajo quemado, con sus patrones en plena fuga de carácter internacional y con las imágenes de la tragedia que vivieron en sus espaldas.

No pueden dormir, si no toman tranquilizantes. Tienen que ir a terapia sicológica para poder sobresalir del traume que todavía viven. Y dentro de toda esa angustia se encuentran con el temor de ver la cara a los padres de los niños que fallecieron en la tragedia, porque no sabrían qué responder si le preguntaran ¿por qué no sacaste a mi hijo de ese infierno?

Dossier Político habló con un grupo de maestras que tienen necesidad de contar su historia, como un desahogo y como una manera de reconstruir los hechos que ocurrieron ese 5 de junio poco antes de que dieran las tres.

Ellas son Aracely Moroyoqui, Anahí Camou, Isabel Flores, Idania Zúñiga y Dinorah Lucero. Vivieron la experiencia y la relataron, con la misma cara de angustia como la que mostraron ese día de la tragedia.

La reconstrucción de los hechos, dijeron, sólo es una parte de toda la historia, porque todas las trabajadoras de la guardería ABC, ya sienten que van a enfrentar el problema del desempleo.

Ellas –dicen- no escucharon tronidos antes del incendio, pero señalan algunas cosas raras como es el hecho de que según registros que les dieron los bomberos, ellos recibieron una llamada diez minutos antes del incendio. Les habló el que vigilaba el almacén de la secretaría de hacienda.

Pero este señor nunca avisó a la guardería, a pesar de que se compartía techo y pared los dos almacenes.

También comentaron que el año pasado les ofrecieron un curso sobre seguridad. La guardería organizó ese taller y la persona que lo dirigió las invitó a realizar un recorrido por los alrededores de la estancia.

Eso lo hicieron cuando concluyó ese curso. Y cuando revisaban los alrededores, esta persona –de nombre Pablo, al decir de las maestras- les preguntó que si qué observaban. Luego de escuchar la opinión de las maestras, esta persona les dijo que estaban sobre una bomba de tiempo. Para un lado se encuentra una llantera con mucho material flamable, se encuentra frente a una gasolinera, por el otro lado, se encuentran unos talleres y al interior se encontraba la lona, instalada para decorar el interior de la guardería, que fue fatal para que la tragedia se consumiera como se conoce.

A pesar de esa conclusión en el taller, no se resolvieron los problemas.

La tormenta perfecta

La tormenta perfecta es cuando se combinan las peores condiciones para tener los resultados más trágicos.

Esta combinación de factores se presentó ese 5 de junio.

En el interior de la guardería, Aracely fue la primera que se dio cuenta del incendio. Se encontraba con otra compañera en el comedor de maestros, en su tiempo de descanso, cuando se percató que un foco se empezó a mover. Me voy a mover, dijo en broma, porque me va a caer el foco en la cabeza. Se movió y miró hacía la esquina del techo con la pared del comedor y se dio cuenta del humo.

De inmediato se trasladaron al comedor de los niños y avisar a las demás maestras. Al momento de correr hacia el comedor de los niños, cuando iba a medio camino, volteó y se dio cuenta que la guardería se estaba quemando.

Corrieron por todas las salas de la estancia para avisar a las maestras. Y cuando entró a una sala de maternal, donde se encontraban niños de dos años a dos años seis meses, ya estaba el humo y el fuego en el techo.

Les gritamos a los niños para que se levantaran, pero no podían porque se encontraban dormidos. Entonces agarramos a los niños y empezamos a sacarlos. Pero ya en ese momento el techo del comedor se estaba cayendo. El humo estaba invadiendo toda la guardería. Corrimos al filtro y ahí nos dimos cuenta que a la directora le cayó la lumbre.

Todo fue en 58 segundos. No tuvieron tiempo de gran cosa. Cuando iban a la salida, se encontró con una mamá que había ido por su hijo. Para cuando la señora se dio cuenta del incendio, no les quedó otra más que meterse en la sala de maternal.

Ahí las cosas no eran tan agradables. Había niños, unos dormidos y otros despiertos. Ya el techo del comedor se estaba cayendo, la lona se quemó y caía en grandes trozos de lumbre que se pegaba donde pegaba.

No tenían escapatoria. Sólo una pequeña ventana de un baño se encontraba al alcance. Y por ahí empezaron a sacar a los niños. Cuando de pronto, unas personas –del CIAD Cananea- quitaron un aparato de refrigeración por donde pudieron sacar a todos los niños, a la directora, a la mamá y a la maestra.

Aracely quiso entrar de nuevo a la guardería porque había muchos niños adentro. Pero los policías ya no la dejaron. Ella se quedó con toda la angustia, con toda la desesperación, sin poder hacer nada más.

Idania fue otra de las primeras maestras que se dieron cuenta del incendio. Se encontraba en el comedor de los niños, donde se dio cuenta que estaba saliendo humo del techo, por entre el plafón.

Y en cuanto decidieron salir para avisar del incendio, empezaron a avisar a todos del problema. Lo gritaron al tiempo que corrieron hacia las aulas donde ellas son las responsables. Llegó a su salón y empezó a despertar a los niños, les gritaba, los movía, el incendio estaba creciendo, y decidieron cargar con los niños, como podía.

El techo del comedor se empezó a caer, el humo estaba invadiendo la guardería

Isabel Flores se encontraba comiendo con otras compañeras. Como la guardería es un almacén alto, tiene al interior un techo de plafón. Y en ese espacio que existe entre el techo y el plafón, se meten muchos pichones, que hacen ruido cada vez que se meten.

Entonces empezó a escuchar ruido sobre el plafón. Primero pensó que eran los pichones, pero el ruido se hizo más intenso de inmediato y se levantó por temor a que el techo le cayera encima.

Pero era el fuego el que se asomó y ella empezó a sacar niños. Corrió hacia la puerta de evacuación, pero se encontró con que estaba muy dura para abrir. Hasta que logró el objetivo y sacó a los niños.

Desafortunadamente, esa puerta se cerró y se selló. De ahí se fue a la casa de una familia, que les sirvió para reunirse, después de que la policía ya no las dejó que entraran a la estancia.

Anahí Camou es otra de las maestras de la guardería. Se encontraba recargada en la pared que divide a la guardería del almacén, haciendo un trabajo con papel blanco, haciendo bolitas, cuando le pidieron al niño Diego Blancarte. Estaba dormido. Sin embargo, lo levantó y lo preparó para que saliera.

Ese día, en el grupo les habían tocado ver películas, por ser viernes. Diego fue el niño que le tocó llevar la película. Cuando iba a medio camino, la maestra Anahí la gritó a Diego para pedirle que se devolviera por la cinta.

Luego, una compañera le pide que la apoye con cuidar a su sala un minuto, porque tenía que hacer unas cosas. Cuando volvió, en menos del minuto, le comentó que olía mucho a quemado. Entraron al aula de su compañera y olieron a quemado también. Entonces pensaron que se había quemado el aparato re refrigeración. Y cuando se fue a su salón, se dio cuenta del incendio.

Y desde ese momento se dedicó a las tareas de rescatar niños. No despertaban, y decidió empezar a sacarlos en los brazos.

En esta guardería trabajaban ellas. En la tragedia, algunas maestras resultaron lesionadas, como Ana Lucía Espinoza, Olga Ochoa, Lupita Castillo, Dennis Meza, Aracely Moroyoqui, Mary, Diana la directora, Luchy y Esthela de pedagogía.

Después de un mes y cinco días de la tragedia, decidieron hablar, porque sienten que es necesario expresar lo que ellas vivieron, porque después de haber enfrentado a la tormenta perfecta, con todo y la moral por los suelos, fueron a identificar a los niños lesionados.

Para ellas, esos niños también eran sus niños. Varios de ellos les decían a las maestras “mamá”. Ellas son maestras que se prepararon para ese trabajo. Casi todas ya tenían tiempo de laborar en la estancia.

A más del mes de la tragedia, dijeron, se les vienen los recuerdos de los niños calcinados, de la desesperación que sufrieron para sacar a los niños del nfierno.

Hicieron todo lo que pudieron. Fueron las que más niños salvaron. Nadie se los ha reconocido. Incluso, relatan, cuando el gobernador iba a entregar los reconocimientos a los héroes anónimos les hablaron porque supuestamente a ellas también se lo reconocerían.

Sin embargo, ese reconocimiento nunca llegó.

Pero más que eso, las maestras de la guardería hicieron lo que pudieron. Todas las capacitaciones que recibieron quedaron en la inutilidad, porque tuvieron enfrente algo que se pudiera considerar como la tormenta perfecta, donde se combinan las peores condiciones para preparar los resultados más fatales. Tal como ocurrió en la guardería ABC.

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